tejedora

7/20/2005

Los viernes de Manuelito

Un relato producto de mi experiencia como maestra en un centro minero

Los viernes de Manuelito

Este pueblo fue creado por quienes persiguen las vetas minerales y parece haberse convertido todo él en mineral: el cielo es como una plancha de zinc donde refulge, inclemente un sol como una chispa de oro; en las calles no existe la amistad de un árbol y las plazuelas son huérfanas del frescor de una brizna de hierba. Todo es gris
con una capa de polvo que el viento, con manos de minero, constantemente avienta.

Los frailes franciscanos, benditos sean por ello, han sembrado ese pueblo de muchas escuelas humildes a las que han llamado “Las escuelas de Cristo”.
Una ojeada a los niños que llenan el local nos hace pensar que el pequeño hijo del carpintero de Nasareth no desentonaría en esta escuela.
En el aula oscura y fría los niños repiten en monótona cantinela las tablas de multiplicar. Parecen un puñado de grillos prisioneros en una caja.
Junto a la ventana Manuelito sueña. Su voz repite la lección pero sus ojos de van tras una semilla diminuta rodeada de filamentos blancos que parece danzar en el cielo de la calle. ¡Pobre simiente de algún cacto distante, extraviada en este polvo ácido y mineral no serás savia vegetal ni flor. ¿Quizás una imagen de tu vida, Manuelito?
El niño la mira moverse mecida por los dedos del viento y se pregunta qué será esa diminuta maravilla alada. Mosca no es ni tampoco una mota de polvo. Debe ser un hada como la de la historia que nos contó la profesora. Parece que lo mira. Y si ahora entrara y le dijera: -Manuelito, te concedo tres deseos- ¿qué pediría?
Pediría otro papá. Aunque, pensándolo bien, éste es bueno cuando no se emborracha. Si no se emborrachara nunca, pero nunca…
Y pediría un pan entero para el desayuno porque los panes son muy chicos y la mitad que le toca no alcanza ni para saborearlo. Ya el hambre le está produciendo un doloroso vacío en el estómago.
¿Y que más? ¡Pronto! el tercer deseo….pero el estridente toque de la campana llamando al recreo lo catapulta del asiento como a todos los demás niños que salen disparados hacia el patio.

Cumpliendo un acuerdo tácito, los chicos del tercero A se colocan frente a los del tercero B. Los más fuertes cargan en sus hombros a los más livianos y se produce un entrechocar de “caballos y jinetes” que van cayendo y sólo quedan los más fuertes. Manuelito queda como jinete ganador; tiene la ropa desordenada, los cabellos revueltos y la cara amoratada. Aún grita animando a su “cabalgadura” y frenético, sigue desafiando hasta que cae desmadejado en brazos de sus compañeros que lo llevan en triunfo. La emoción de la victoria lo domina hasta sentir que las lágrimas le cosquillean en las pestañas.
Los del otro tercero se unen en el despecho de la derrota. No se conforman y para empequeñecer el triunfo, comienzan a insultar al héroe. (Tú no lo sabes, Manuelito, pero los adultos también proceden así)
Se adelanta un adversario que, con gesto de supremo desprecio, escupe a un lado y grita: - Nadie quiere como jefe a un carga –borrachos.
La acusación es innegable de modo que amigos y enemigos se retiran dejando a Manuelito abrumado por el baldón. Ahora sí, esas lágrimas que estaba conteniendo en la victoria, lo vencen, ellas también.
La maestra se le acerca. –Siempre les digo que no jueguen así. ¿Te han lastimado? ¿Dónde te duele?
Manuelito aturdido, por salir del paso, señala su pecho. Ella lo revisa.-No tienes herida ni moretón, no será nada, ya se te pasará..
¡Que lejos estás del problema, maestra! Las heridas del alma no sangran pero ¡como duelen!....

A la salida de clases la calle se torna un hervidero de correteos y escaramuzas. Entre todos esos pajarillos en desbande, Manuelito parece un gorrión de cresta oscura con el sucio guardapolvo desplegado como un ala.
En la próxima esquina ya está solo y ante él se alarga la acera donde se alternan un cuadro empedrado y una losa. Manuelito se apresta a recorrerla saltando “la pata coja” con suma concentración. Tiene que pisar sólo las losas porque poner el pie en el empedrado le traería muy mala suerte.
La voz de su madre detiene sus saltos de gorrión: -Manuelito, tienes que ir por la cantina. Hoy es viernes, seguro que a tu padre le pagaron y si no lo sacas se lo gastará todo. Adiós tus zapatos y la comida de la semana.
El niño se resiste, apoya la frente en la pared y patea el suelo lloriqueando:-No puedo, mamá. Los chicos me dirían carga-borrachos.
-Hijo, yo fuera pero ya sabes lo que pasa.
Al evocar la escena, no por repetida menos horrible, del padre golpeando a su madre, Manuelito suspira, agacha la cabeza y arrastrando los pies desanda lo recorrido. No importa si no pisa las losas, ya no podrá tener peor suerte.

Ese guiñapo que el alcohol ha reblandecido, que casi no es un hombre, no opone resistencia, se apoya en el niño y se deja llevar. Los papeles se han invertido grotescamente: el hombre que la Providencia puso por padre, por soporte y guía es un pelele ridículo a quien el niño debe sostener y conducir.
La voz del borracho es casi como un balbuceo que se ahoga en baba: -¿Por qué me emborracho? Porque el “Tío” el señor de la mina, mi dueño, cualquier rato me hace una zancadilla y caigo a un pozo sin salida. O me larga un “tojo” y ahí me quedo. O me irá matando de a poco. Ya siento en los pulmones la mordedura de sus dientes de sílice…..Y luego te toca a ti, también te apresará el “Tío”…..
-Yo no iré a la mina nunca, nunca- murmura Manuelito-
-Sí que irás, tras de mi, no puedes dejar morir de hambre a tu madre y a tus hermanos.
Manuelito escudriña la calle, quisiera volar para esconder su vergüenza pero el borracho pesa, parece una bolsa de plomo quemante.
De pronto descubre al grupo de chicos que juegan en la calle. La sombra de una desesperación enorme le nubla la mirada y aprieta los labios con amarga resignación.
Los muchachos al verlo llegar suspenden el juego y se quedan mirando la escena conocida, Alguno ensaya el sonsonete infamante: - Manuelitoooooo cargaborrachoooos- pero hay algo en la expresión del niño que los detiene.
Manuelito agacha la cabeza, aprieta los dientes y es, en ese momento, un Cristo –niño que recorre la calle de la amargura cargando su cruz.

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7/18/2005

Desafío

Este poema describe mi situación actual

Desafío

Yo sé que finalmente
ganarás la partida,
que con tu mano helada
le tocarás la frente,
que a sus ojos amados,
prendidos en los míos,
robarás la mirada.
Sé que de nuestras manos
desatarás el nudo.
Más, no te será fácil:
Yo lucharé con todas
las fuerzas que me quedan,
lucharé uñas y dientes,
lucharé cual la fiera
si le tocan los hijos.
Por profundos que sean
los fosos que tú caves,
tenderé un nuevo puente
para traerlo a mi lado.
Aunque sé que me aferro
a la cárcel en que peno
y sé que al que defiendo
es a mi carcelero.

7/15/2005

Climas

Quiero poner esta reflexión pero parece que a esta máquina no le gusta ¿Como hacerla entrar en razón?

Climas

Estuve una vez en una reunión de poetas. Los versos vinieron como aguas de un manantial, todos hacían conocer el fruto de sus afanes y los de sus musas. Cuando llegó la hora de partir había que elegir la sede del próximo encuentro y uno propuso:
-Que sea aquí mismo el próximo invierno
-Imposible- dijo otro, sacudiendo la romántica melena – No puede ser porque aquí no hay invierno, esta es la tierra de la eterna primavera.
Yo vivo ahora en esta tierra de la eterna primavera y añoro, a veces con desesperación,
esos cambios de clima de otras partes.
Me hace falta una de esas tormentas de lluvia que parecen vaciar toda el agua del cielo, que sacuden los tejados y las ventanas, que te arruinan todos los programas de salida pero te hacen entrañables la estufa, la taza de té y la cama caliente.
Me hace falta una tormenta de truenos y rayos que estremezca la tierra, que te haga presentir eventos terribles, que te asuste más que una película de horror, que te haga sentir que la naturaleza es más grande y más incontrolable que todo lo conocido.
Me hace falta la hermosa caída de la nieve, silente, acariciadora. Extraño salir y encontrar todo disfrazado de blanco: árboles, tejados, bancos de plaza, monumentos y hasta las cosas pequeñas que se quedaron afuera, todas, que bajo su capa de nieve, han tomado formas nuevas y extrañas.
Me hace falta la caída de una lluvia menuda, fría, persistente, que llore el día entero llenándome de honda melancolía, que me haga añorar todo aquello que pasó y se ha ido, a todos los que anduvieron un poco conmigo por el camino de la vida y ahora ya no están.

7/11/2005

Amor de banco

Escarbando en los recuerdos….ahí va uno.

Amor de banco


Al fondo de la clase existía un pequeño desnivel de modo que los últimos bancos quedaban algo más altos .Por eso escogió sentarse allí. Desde su altura podía ver las nucas de sus compañeros y compañeras de clase. Podía ponerle a cada cabeza el rostro correspondiente .Los veía llegar apurados o con calma, podía incluso imaginarse su estado de ánimo: si estaban tranquilos, nerviosos, enojados, risueños. A veces, cuando la clase era interesante, aquel remolino de peinados diferentes y de colores variados, se aquietaba dando la impresión de que eran maniquíes de peluquería pero cuando el tema no interesaba las cabezas bailoteaban como un mar de olas coloridas.
Desde su banco la vio por primera vez. Cuando entró a la clase en penumbra traía el sol con ella: le brillaban los cabellos rubios y sus facciones, a contraluz, le parecieron las más bellas que había visto. En ese momento se le borraron todas las demás nucas y sólo existió aquella de los cabellos dorados en que se perdían sus ojos y que alimentaba sus fantasías y sus sueños.
En los recreos, tratando de hacerse invisible, se acercaba al grupo en que ella estaba y bebía su voz, no importaban las palabras y su risa discreta, ni estridente ni contenida, le producía un verdadero embeleso.
Y así fueron pasando los cuatro años de estudio en la escuela Normal sin que jamás hubieran tenido un acercamiento. Ambos conocían sus nombres por el pasar de la lista. Se saludaban como uno más, compartían las risas provocadas por el gracioso del curso, sufrían con los exámenes, se emocionaron, se entristecieron por las mismas cosas pero, nunca habían estado frente a frente, nunca se habían mirado a los ojos.
Cuando se titularon, para todos fue triste terminar esa etapa de la vida pero él temblaba en la agonía de no volver a verla. El último día todos se dijeron adiós con tristeza pero él sintió que se le desgarraba el alma
Después la vida se impuso: comenzó el trabajo, las obligaciones, el día a día que rueda inexorable y nos va envolviendo en su telaraña de acciones repetidas.
Un banco los acercó un día: sucedió que subió a un micro y se sentó en el primer banco que encontró desocupado y como un milagro, se dio cuenta de que su compañera de asiento era la rubia de la escuela Normal, era aquella figura juvenil que no se había apartado de sus pensamientos pese al tiempo transcurrido. Se quedó paralizado entre la alegría y el asombro. Ella recordó su nombre, lo saludó alegremente, le preguntó como le iba y le contó que se casaba la semana venidera.
- Mira, ahora mismo estoy yendo a dejar estos partes al correo-le dijo a tiempo que
le alcanzaba uno.
Antes de que él pudiera reaccionar ya bajaba del micro y el……”que seas muy feliz” que pudo murmurar, no estaba seguro de que había sido oído
El día del matrimonio estuvo temprano en la iglesia, eligió un banco lateral y contempló la masa de cabellos rubios que tan bien conocía, esta vez envuelta en tules y azahares. Un grito enorme estranguló su garganta cuando la vio asentir y luego, cuando se dio vuelta para besar al novio, sintió que una ráfaga helada se la llevaba definitivamente de su vida. Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió ya todo había terminado. Sólo quedaba el intenso perfume de las flores que languidecían.
Nuevamente la vida lo tomó por su cuenta, la vida con sus luces y sus sombras, con sus logros y sus tropiezos. Trabajó, se casó con una compañera, maestra como él, tuvo tres hijos y la rubia continuaba existiendo sólo en sus sueños y en sus pesadillas.
Su esposa murió, sus hijos crecieron y lo hicieron abuelo.
Como en la escuela donde trabajaba había dos o tres compañeros de su curso en la Normal, alguna vez escuchaba comentarios de que aquella rubia se había casado con un rico industrial, tenía una hermosa mansión, no ejercía el magisterio, por supuesto, pero trabajaba en numerosas obras de caridad y de servicio social. .Muchos años después, su muerte en un desgraciado accidente, fue la noticia del día.
-¿Dónde está el abuelo?
-Ya se ha vuelto a salir y seguramente se ha ido al Cementerio como acostumbra desde hace unos días.
-Me extraña. Siempre lo encuentro sentado en ese banco, quieto, con la mirada puesta en algo que sólo él ve y así puede pasarse horas.
- La abuela está enterrada en otra parte ¿qué hará allí?
- Es que donde está la abuela no hay bancos y aquí, ya ves, él no se mueve de uno.

7/06/2005

Saludo

El poema anterior es mi presentación. Estaré muy feliz de recibir comentarios

Quien soy

Quien soy

Desde el fondo del tiempo, de un insondable arcano
vinieron mis raíces.
Hubo una vez un mar que vació un cataclismo
y sólo dejó un lago de cristalinas olas.
Hubo una vez un pueblo con ciudades de piedra
y templos y portadas construidas por titanes
y unos hombres hieráticos que hablaban una lengua
que suena cual guijarros que ruedan en el agua.
En mi sangre se esconden vestigios de esa raza.

Venciendo los abismos, desafiando al destino,
llegaron hombres blancos de lengua cristalina.
Venían tras un sueño de codicia y de gloria.
Destruyeron altares, alzaron templos nuevos
La raza fue mil veces muerta y mil resucitada
al golpe de la espada y al beso de la fe.
En la carne morena dejaron su semilla
y su sangre mezclada es mi sangre también

Nací mujer, semilla de esta tierra
amasada con su aire, con su agua y con su luz.
Como caja profunda de resonancias mágicas
mi alma se abrió a todos los pulsos de la vida
que la hicieron vibrar con su gozo o su herida.
Con luces y con sombras resulté bendecida.
Recorrí mi camino entre logros y dudas
y me tocó también algún beso de Judas.