tejedora

3/14/2009

Javier

Desde el otro lado del mundo nos llegó la noticia de que venías y tus padres habían resuelto llamarte Javier si eras varón. Antes de confirmarse la noticia de tu sexo, encontramos una hermosa zamba argentina que se llama: “Zamba para Javier” la escuchábamos todo el día convencidos de que serías hombre.

Llegaste desde la lejanísima Suiza una noche en que el cielo parecía abrirse sin control en la ciudad de La Paz. La vagoneta que nos bajó del aeropuerto a la ciudad parecía navegar entre ríos de agua que inundaban las calles. Yo, sin embargo no me enteraba sino de tu presencia y el arrobo que fue tenerte en mis brazos unos momentitos

Más tarde llegaste a la tierra de donde había salido tu padre, al mítico Potosí, la ciudad para la que el refranero español acuñó la frase: “Vale un Potosí”.

Te recuerdo vivamente tomando un baño a pleno sol en una bañerita con pie de tijera que fue de tu padre y de tus tíos cuando tenían tu edad. ¡Como disfrutabas del agua y de los juguetes mientras tus papás y tus abuelos hacían de aquello una fiesta de la alegría.!

Te recuerdo a mi lado en el corralito, que también fue de tu padre, yo mientras tejía gorjeabas como un pajarillo y reías mientras tu zamba te acompañaba hasta quedarte dormido.

Los abuelos nos quedamos en Potosí y tú fuiste a vivir a La Paz. Cuando llegó la Navidad no encontramos un regalo mejor para ti, que ya tenía tres años, que un triciclo. No pensamos que vivían en un departamento pequeño y que tú no tendrías mucho lugar para manejarlo.

Cuando llegamos aún no lo habías visto y tu abuelo y yo, sin pensarlo dos veces, nos llevamos , triciclo y nieto a una plaza cercana.

Tu entusiasmo era conmovedor aunque no sabías como abordar semejante artefacto. Tu abuelo te montó en él y puso tus pequeños pies en los pedales. Al comienzo hubo algo de forcejeo pero en seguida aprendiste a pedalear y fue la gloria. La plaza te quedaba pequeña y de un lado u otro se escuchaba tu reclamo: ¡Audita!!!!! Y uno de nosotros corría en tu ayuda para remontar una pendiente difícil.

No paraste en toda la mañana sino para devorar un plátano.

Tú regresaste al departamento convertido en un experto conductor, orgulloso y encantado; nosotros regresamos a nuestro Potosí felices con tu felicidad. Tus padres no sé que habrán tenido que hacer para que su hogar no fuera, desde entonces, una permanente pista de carreras.