tejedora

8/21/2007

Sombras

Desde el balcón que era nuestra atalaya,

¿lo recuerdas?

veo llegar las sombras.

Se comen la plazuela poco a poco

y la convierten en un oscuro pozo.

Luego estiran sus dedos silenciosos

y me tocan.

Entonces busco, igual que ayer,

a tientas,

tu mano defensora

y tu mano se ha aliado con las sombras

8/19/2007

El opa del tercer patio

En las casas antiguas, de primer patio elegante con una fuente de agua cantarina, de embalconado segundo piso, lleno macetas con flores, de muchas habitaciones lujosamente amobladas, con ventanas a la calle, también había un segundo patio mucho menos vistoso pero más utilitario porque allí se situaba la cocina, la lavandería, las habitaciones de los criados y todo aquello que hacía funcionar la casa. Pero había todavía un tercer patio que, en aquellos tiempos estaba destinado a recibir a los pongos que llegaban del campo, algunas veces con sus bestias de carga. Allí también estaban situados los corrales donde se criaban cabritos, corderos, cerdos y gallinas.

En aquel tercer patio era donde se tenía confinado al opa de la familia. Se trataba de un niño que había nacido anormal. Alguno, con un síndrome de Down, otro que sufría ataques epilépticos, una alteración de las funciones del cerebro o una deformidad física. Era la vergüenza de la familia, la tara que debía quedar escondida.

Nadie se había preocupado por ponerle remedio. Apenas si cuando nació el médico aconsejó internarlo en alguna institución y olvidarse de él pero para la familia era más fácil y menos oneroso tenerlo allí y enseñarle a realizar tareas sencillas que nadie más quería hacer como barrer el corral, sacrificar los animales que se servirían en la mesa, cortar leña. Ocasionalmente se los utilizaba para mover muebles pesados o ejecutar otras tareas que requerían fuerza porque, pese a su crianza descuidada, los opas solían ser robustos y fuertes.

Los opas eran el coco de los niños y principalmente de las niñas a quienes se prohibía terminantemente ir al tercer patio porque: - Si te agarra el opa puede hacerte cosas terribles, innombrables -Y aquellas cosas, por secretas, se agrandaban en la imaginación.

Eran los niños los que se animaban a visitar el tercer patio y desde una distancia prudente se dedicaban a atormentar al opa de todas las maneras que su imaginación ociosa les sugería. Podía suceder que se enfureciera y si agarraba a un niño podía lastimarlo. Entonces las consecuencias para el opa eran terribles: palizas feroces que lo dejaban herido, apenas con fuerza para arrastrarse hasta su jergón y lamerse las heridas entre sordos gemidos. Por supuesto, los verdaderos culpables sólo recibían una reprimenda.

Las historias sobre estos desdichados han llenado la imaginación y la literatura de todos nuestros países.

Sin embargo, “opas del tercer patio” han existido siempre y seguirán habiendo.

En Europa formaban la masa que vivía alrededor de los castillos de los nobles; si avanzamos en el tiempo, son, en América del Norte los esclavos que eran raptados de sus pueblos africanos para cultivar los campos. En la América conquistada por España, los mitayos que eran obligados a trabajar hasta la muerte en las minas Y ahora son, en todo el mundo, los inmigrantes ilegales que llenan las grandes ciudades.

En todos los tiempos hemos fomentado el hambre, la falta de educación, la pobreza porque esas masas son las que hacen los trabajos sucios o peligrosos que no estamos dispuestos a realizar.

Son los opas del tercer patio los que han ido siempre a las guerras que el orgullo o la ambición desatan. Claro, se les dice que van a defender la patria, se los llama héroes y se los manda a la muerte.