tejedora

5/29/2009

Día de la madre

Bolivia luchó quince largos años por librarse del poder español. Uno de los episodios de esta guerra sucedió en 1.812 en la ciudad de Cochabamba donde llegó el general Goyeneche bien perpetrado de armamento y tropas después de haber ganado varias batallas contra las fuerzas insurgentes.
Cochabamba se preparaba a resistir, conciente de lo poco preparada que estaba. Incluso se intentó un pacto con el general realista pero éste exigía la entrega de los cabecillas.
Cochabamba se negó y presentó batalla pero, como era de esperar, fueron superados y vencidos.
Las mujeres, que habían tomado parte activa en la batalla, al ver que no quedaban más hombres en la lucha, se atrincheraron en una elevación de la ciudad llamada “La coronilla” y allí, armadas de palos y piedras y quizás un rifle que ya no le servía a un muerto, plantaron cara y murieron luchando.
Desde entonces se celebra, en su honor, “El día de la madre” todos los 27 de mayo.

Años han pasado de aquello y hoy el día de la madre es algo que comienza por lo menos un mes antes con un bombardeo incesante de propaganda mediática en la que se mezcla el mensaje plañidero con la propaganda comercial de todo lo imaginable.

Las canciones lacrimosas que recuerdan a esas madres que no se supo apreciar en vida se confunden con la apremiante idea de la felicidad que gozará una madre que reciba una lavadora, una cocina, un microondas o una escoba eléctrica, cualquier cosa que, supuestamente, la hará una esclava más feliz dentro de los deberes domésticos a los que está atada.

Lo siento, no me sumo al festejo, es más, tanto ajetreo me deprime. Con mucho gusto me saltaría ese día en el calendario pero no hay modo.
Mi hija que, es madre también, felizmente piensa como yo y me regala una crema para la piel, su esposo un ramo de flores y ambas agradecemos las llamadas que, desde todos los puntos del globo, nos hacen nuestros hijos.

Yo he recibido un regalito extra: Había perdido, hace tiempo, un arete que tenía en gran estima. Era un regalo de mi esposo.
Hoy voy a encender una lámpara y como no respondía, intento ajustar el tomacorriente. A su lado estaba el dichoso arete como diciéndome: Tómame, feliz día de la madre.