tejedora

7/28/2008

Desde el purgatorio

Lejos, en el tiempo y en el espacio, están las viejas clases de catecismo cuando nos preparábamos con inmenso celo, con fe, con amor para la primera comunión.

Allí nos contaban del purgatorio como de una región conocida, como si hubieran ido allí y hubieran vuelto con las noticias .Se sabía todo lo que había en esa región y lo que el pobre pecador podía esperar después de la muerte.

Bueno, nos hacíamos una idea bastante aproximada de que era un lugar al que se llegaba con el alma siempre un poco manchada por su paso por la tierra y en ese lugar, por procedimientos, que no nos acababan de quedar muy claros, el alma se iba limpiando hasta que, pura e inmaculada, estaba lista para pasar por la gran puerta que daba entrada al Cielo.

Había que contar también con el tiempo: las almas podían pasar un muy corto lapso en el purgatorio si sus pecados eran pocos y fáciles de limpiar pero podían también pasar eternidades allí las que estaban demasiado percudidas y todas las lejías del purgatorio no alcanzaban a limpiarlas.

Y aquí entraba otra variante: nosotros podíamos, desde aquí, ayudar a las almas a lavar sus pecados con nuestras oraciones. Las personas acomodadas dejaban una buena parte de su fortuna para que se celebrasen misas que los ayudaran a salir del purgatorio. Los amigos y parientes las ofrecían para congregarse a rezar y así empujar a nuestros deudos un poco más hacia la puerta del Cielo Se decían millones de padrenuestros, avemarías y oraciones especiales. Hubiera sido de desear que se hubieran amontonado en algún lugar formando una galaxia, un agujero negro, algo concreto y no haber servido tan sólo para levantar iglesias y engordar obispos.

Según nuestro catecismo, el purgatorio sigue existiendo. Aún hay personas que hacen celebrar misas en honor de sus difuntos y no sólo para recordarlos e invocarlos sino para ayudarlos en su paso por aquel lugar.

Con la experiencia que dan los años, también con su cuota de escepticismo, yo he descubierto que el purgatorio sí existe pero está aquí, de este lado, en el lado de la vida y no del otro: el purgatorio es la vejez

Comienza relativamente temprano. Una mañana en que uno acaba de cumplir cincuenta años se mira al espejo y piensa que está muy bien para haber transitado ya un medio siglo. Aún no tiene canas, las arrugas son incipientes y ese ligero engorde le da un atractivo, un empaque nuevo al cuerpo. Lo que hay que hacer es visitar al oculista porque algo pasa, una ligera molestia que hace que tengamos que poner algo separados de los ojos los papeles que deseamos leer. El oculista nos toma como algo de rutina: nos pone frente a un sinfín de aparatos raros y por último nos dice: - Presbicia senil.

-¿¿¿Qué??? ¿Senil yo? Si apenas acabo de cumplir los cincuenta.

- No se preocupe es el nombre de la molestia que padece. Aquí tiene la medida de sus anteojos.

Puede que al comienzo los anteojos no nos parezcan tan malos, le dan importancia a uno pero cuando vemos que cada tanto hay que cambiar y aumentar la medida, adquirir unos para ver de lejos, otros para leer y escribir o, por último, los bifocales que si uno mira por arriba ve lo que está más lejos y si lo hace por abajo, lo que está cerca. Entonces uno anda a tropezones por que no sé si las aceras o el bordillo de las calles hay que mirarlas por arriba o por abajo. Lo cierto es que nos damos cuenta de que ya no somos dueños de ese sentido, para valernos de él hemos abdicado ante los anteojos.

El siguiente paso son los dientes. Lo que comienza a molestar primero son algunas simples caries, después hay que arrancar una muela. Esa forrada en oro, la que duró tanto. La que era admirada por el primer nieto. Cuando cierta vez le pregunté si ya había cambiado todos los dientes me contestó: Si, abuelita, sólo falta que me salga la muela de oro-

En nuestro caso, lo mejor sería sacar esas dos muelas más y dar lugar a un puente. Luego de pruebas, medidas y llenarse la boca de gels, de argamasas y otras cosas horribles, te ponen el puente que, pese a todo se lo siente raro.

Puede que solamente a mí me haya pasado pero una vez me tragué el puente. Estaba en una parrillada con gente relativamente desconocida y al primer bocado de carne lo sentí suelto. No podía escupirlo delante de todos ni hablar para explicar qué era lo que me pasaba y antes de pensar en lo que hacía, disimulé y me lo tragué. Bueno, salió a los cinco días, previa radiografía para averiguar su paradero.

Al poco tiempo el puente ya no sirve y hay que pensar en una placa completa. Date por dichoso si después de todas las nuevas medidas la placa te queda bien pero adiós al gusto completo de la comida. Ya no eres dueño absoluto de tu sentido del gusto, no masticas perfectamente y eso te trae molestias estomacales

A una amiga le pagaron el “Bono sol” (una cantidad de dinero que el Estado concede una vez al año a todos los mayores de sesenta años) Por fin, con ese dinero tenía una cantidad con la que podía pagar una placa dental. ! Para que lo habría hecho!: ha cambiado placas, modos de implantarlas, materiales, etc. Y sólo ha conseguido no poder comer, tremendas molestias en las encías y como no tiene a quien culpar, maldice al “Bono sol” que le hizo concretar la idea.

¿Decías algo? ¿Qué? Es que últimamente las personas pronuncian muy raro y se les ha ocurrido hablar en susurros, ponen la radio con un volumen tan bajo que no me entero de nada. Costó entender que no eran los otros sino tú quien tenía problemas y eso te llevó donde el otorrinolaringólogo (Nombre horroroso para un señor igualmente desagradable) que comenzó a ponerte audífonos .Unos te lastimaban, otros eran definitivamente antiestéticos y los demás captaban con mayor fidelidad todos los ruidos molestos del ambiente que las palabras o la música que deseabas oír. Naturalmente, unos más caros que otros. Como resultado me resigné a pasar por alto la mayor parte de las conversaciones, a poner muy alta la fuente del sonido para escuchar mi música y hasta agradezco a mi sordera por no tener que oír los ruidos callejeros ni los discursos de los políticos.

Las cosas malas no se quedan arriba, a la altura de la cabeza .De un tiempo a esta parte lo más importante para salir de casa era asegurarse de que se iba a encontrar un baño a mano y aún así las pérdidas se volvieron cosa normal. Si uno es mujer el asunto termina en un ataque de cistitis que es un ardor a la vejiga tan intenso que te compromete todos los nervios y parece que lo sintieras hasta en la punta de los cabellos. Si eres hombre, estás en problemas más graves porque significa que la próstata ya no quiere caminar. Terminará en operación, en impotencia, en fin. Tus días de Don Juan han terminado. No hay viagra que valga. Te tienes que contentar con ser un galán de pura labia y envidiar como loco a los que todavía pueden.

Alguien me dijo que “La vejez entra por los pies”. Bueno, las piernas nos comienzan a dar problemas. Si no es el reumatismo en todas sus variantes, son las várices. Ya no tienes esos piececitos andadores que parecían no cansarse nunca. Puede que necesites bastón. Si no eres petiza y gorda ¡aleluya! parecerás una noble dama inglesa. A los varones les sienta mejor el bastón. Además, con lo fastidiosas que se han vuelto las gentes, hasta puede ser un arma. Lo malo es que después hay que cambiar el bastón por el “burrito” y acabaremos en la silla de ruedas.

A las señoras nos viene la menopausia. Dicen que es grave, que tiene consecuencias de todo tipo, hasta inclusive mentales. Yo no le vi más que ventajas: ya no tienes que andar tras las toallas higiénicas. Adiós a las con alas, las perfumadas, las extra mini, las supergrandes etc. etc.

Ya tuviste los hijos que querías. Espero que no quieras más y si no los has tenido hasta ahora y sigues deseándolos, sólo tienes que pensar en la adopción.

Los famosos “calores” son molestos porque te vienen en los momentos menos oportunos. Justo cuando anhelas parecer serena o cuando deseas que tu maquillaje luzca impecable .Pero finalmente son tolerables.

¿Qué vas a envejecer? Con menopausia o sin ella vas a envejecer de todos modos. Te caerán encima achaques de toda laya, sobre todo a tu vanidad: arrugas, caída del cabello. Parece que todo se te descolgara: las caderas casi tocan las rodillas y los senos se ponen a la altura de la cintura.

Ahora existen medios para luchar contra eso Si tienes los recursos estás perdida porque caerás en la tentación de los “liftings”,las liposucciones, las siliconas para aumentar, quitar o afirmar todo lo que te cuelga. Lo malo es que eso cuesta, además del dinero, horas y horas de dolor y molestias. Todo depende de cuanto aguantes en ambas variantes pero, al final, la declinación siempre triunfa.

Parece que la naturaleza se complaciera en quitarte poco a poco todo lo que te había dado hasta dejarte completamente despojado.

Y después de este purgatorio no es seguro que te espere la puerta del Cielo pero, indudablemente, antes, encontrarás otra puerta, la de salida: la Muerte.