9/26/2007

El viaje

Bueno, creo que me llegó la hora. Quienes me rodean me miran ansiosos pero yo no siento nada. Debería afligirme por dejar esta vida a la que ya estaba acostumbrado, con sus luces y sus sombras; con sus penas y sus alegrías. Debería preocuparme por éstos que dejo y a los que mi muerte hará sufrir. He oído decir que en estos trances, toda la vida de uno desfila ante sus ojos; pero tampoco nada de eso me pasa. Estoy como en un pasmo, de lo único de que tengo conciencia es que me voy….me voy.

Ahora sí, un espasmo recorre todo mi cuerpo, como si millones de ataduras se aflojaran, es un tanto doloroso pero ya está, ya pasa.

¿Dónde está el túnel y la luz brillante que debía esperarme? No hay nada.

Siento que algo se desprende de mi cuerpo, me veo como una emanación, algo que no tiene sustancia. Si la tuviera sería como el coco que imaginan los niños: una especie de cabeza grande cubierta con algo blanco que ondula.

Si esto es mi espíritu, se aleja cada vez más de mi cuerpo y sube lentamente, es una carga pesada y tengo que hacer un esfuerzo por sostenerla.

De pronto me doy cuenta que en el centro, envuelta por muchas capas de esta cosa pesada, hay un punto de luz, como una estrella que titila, que pugna por salir y yo quiero desprenderme del peso, dejarla salir.

Ahora sí, veo desfilar ante mi toda mi vida Algo me recuerda lo que dejé allá abajo y soy conciente de que en aquella vida mi mayor pecado fue la lujuria. Por ella cometí actos horribles, hice sufrir a quienes me querían. Una angustia infinita me envuelve, siento que un gran trozo de lo que soy pugna por desgajarse y con un dolor enorme, como de un desgarramiento, aquello se suelta y se aleja de mí.

Poco a poco, todo aquello que fue malo se va desprendiendo, pedazo a pedazo, causándome dolor pero dejándome cada vez más liviano.

Al fin, con un enorme estallido que es alivio, júbilo, liberación, la estrella queda sola y se eleva rauda al infinito. Sube, sube, sube con la misma alegría con que ascendía aquella cometa que, en mi infancia, se me fue de las manos.

Allí está el fin de mi viaje: una inmensa esfera formada por millones de estrellas como la mía. Y cuando me uní a ella fue como si me estuvieran esperando jubilosos todos aquellos que me amaron. Me uní a ellos en un beso de amor infinito. A ellos y a todos los que dejaron la humanidad desde el principio de los siglos.

3 Comments:

Blogger Julio Aliaga Lairana said...

Es una preciosa descripción, idílica de la muerte; me gusta tu trabajo. Sin embargo olvida la otra cara, la del dolor (no creo que haya generalmente muerte sin dolor, sin sufrimiento intenso, así sea breve) físico, de un cuerpo que se fractura, que deja de respirar. Yo prefiero algo menos literario de la muerte y7 qué sino que la muerte misma, sin espacios para partir, como apagar el interruptor de la luz.

8:48 a. m.  
Blogger Ada said...

me encanta!, volar.. por fin volver a volar después de tanto tiempo que venimos soñando con ver las estrellas desde un lugar cercano a ellas.

un beso gigante! te quiero mucho mucho mucho

12:41 p. m.  
Blogger Laquieusfind said...

... nada más osado que bailar con la muerte, aunque no sea el tiempo aún. Y después pura luz y contacto, después UNIVERSO.

6:27 p. m.  

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