9/24/2007

Tentaciones

Cuando uno reza el Padrenuestro, pide no caer en la tentación y me parece que deberíamos hacer hincapié en el pedido ya que nuestro tiempo está lleno de tentaciones: La tentación del ocio, la de la avaricia, la ira, la gula, la envidia, el deseo inmoderado de escalar posiciones en el trabajo o en la escala social y sobre todo, los pecados de la carne que nos llevan a otras tentaciones, y que nos incitan hasta en las distracciones de que gozamos como el cine y la televisión que están llenos de explícitas escenas eróticas.

En mi caso, a esta altura del partido,( como dirían los amantes del fútbol) hay muy pocas tentaciones de las cuales huir. Ya he bebido todos mis vinos, amargos unos y dulces otros; ya he soñado todos mis sueños, sólo me queda el último del que ya no despertaré.

Pero con frecuencia me ataca una tentación de la que debo librarme y es la desperdiciar la vida que me queda. Muchas veces despierto, quizás después de un mal sueño, y me encuentro sumergida en un recuerdo amargo que destila su veneno en todo mi nuevo día. Tengo que luchar para recordar que eso pertenece al pasado y ya está muerto. En cambio, debo agradecer cada beso nuevo del viejo sol, cada gota de lluvia, cada caricia del viento, cada sonrisa de un prójimo, cada poquito de amor que te den. Agradecer que aún puedas ver la naturaleza y sus matices, detenerte a sentir los olores que te recuerdan otros, tocar las manos que te tocan, los materiales con que tejes, los cabellos de algún niño. Oír la música o simplemente el murmullo de la vida que pasa por tu lado. Apreciar los sabores cotidianos.

No tienes ya tiempo para desperdiciar todas esas cosas porque después ya sólo la eternidad te espera y está ya aquí, casi a la vuelta de la esquina.