6/11/2007

El alma de las cosas

No tengo duda de que los animales tienen alma, lo que llamamos alma, algo que va más allá de la simple materia de la estamos hechos. Puede que sea un alma más simple o diferente de la nuestra, pero que la tienen, la tienen.

Y me voy más allá: ¿También las cosas tienen alma?. Yo creo que, al contacto con nosotros, van adquiriéndola también.

¿Quién no conserva ese muñeco de peluche de su infancia que anda rodando por ahí, a veces colocado en un rincón mientras que otras, lo encontramos perdido en un cajón de cosas viejas? Y cuando volvemos a encontrarlo se nos agolpan recuerdos, se nos llenan los ojos de lugares y paisajes olvidados, de sensaciones hasta de olores, sabores y sonidos; de sentimientos que creímos superados. Todo eso no es sólo nuestro, es del “alma” que pusimos en aquel objeto y que ha quedado en él.

Quizás porque soy un poco solitaria yo tiendo a conversar con las cosas que me rodean. Todas me hablan de otros tiempos y de otros lugares en que estuvieron conmigo.

Voy recomendando a mis cosas que no se escondan porque en este último tiempo han adquirido esa mala costumbre. Grito su nombre cuando no las encuentro: -Azucarero ¿dónde te has metido? Y le doy una palmadita cuando lo encuentro: -Pícaro, no vuelvas a hacerme ese jueguito.

Le pido encarecidas disculpas a la cacerola que dejé olvidada sobre la lumbre y que se ha comenzado a quemar. Al limpiarla la acaricio y le aseguro que recobrará su primitivo aspecto, que no se preocupe.

Tengo unas pocas plantas y no soy yo quien ha descubierto que crecen mejor y se ponen más lindas cuando se habla con ellas. Lo hago todo el tiempo. Hay veces que estoy ocupada en otras cosas y escucho sus murmurados reproches: - Mira, pasa sin mirarnos, no se da cuenta de que ya tenemos sed. ¿Para que tiene plantas si no las riega y las cuida? Y, claro, tengo que dejar todo para atenderlas.

Algo que también hago continuamente es pedir a mis cosas, por favor que me presten el servicio que necesito: -A ver escobita, vas a ayudarme a sacar toda esta basura. Y luego de realizada la tarea, al ponerla en su lugar, le doy las debidas gracias.

Lo malo de esto es que a veces tienes que deshacerte de algo que ha estado mucho tiempo contigo. Hace unos días tuve que vender un freezer que ya era muy grande para mis necesidades y que había sufrido una avería en el traslado. Me era penoso verlo en la puerta esperando irse para otro lado, parecía decirme: -¿Te acuerdas de las cosas buenas que yo te conservaba: comidas especialmente ricas, helados, dulces para los chicos? No es justo que ahora por un desperfecto te deshagas de mí. ¿Te gustaría que te pasara eso si te pusieras enferma? Sólo me quedaba el consuelo de que donde estuviera lo hubieran reparado y seguiría sirviendo. Espero que alguien que lo aprecie como yo.

¿Cosas de vieja? Puede ser pero así me siento acompañada por muchas pequeñas “almas” en las que yo he puesto algo de la mía y que me rodean, me quieren y me sirven.