11/13/2005

Una pepita de oro

El río Coqueyapu cruza la ciudad de La Paz de norte a sud, la recorre entera. En su curso recoge el tributo de innumerables otros ríos, arroyos, ojos de agua, que bajan de sus laderas. En ellas trabajan algunas personas que buscan, revolviendo sus arenas, una pepita de oro. Es un trabajo de tiempo y de paciencia pero inpensadamente da su fruto. Como diminutas chispas de sol aparecen de pronto en el plato de lavar esas doradas maravillas que harán la felicidad de quien las ha encontrado.

Eso mismo me pasa a mi cuando en mis desordenadas lecturas encuentro un poeta o una poesía que me hable directamente al alma.

Esta vez me ha pasado con el poeta mejicano José Emilio Pacheco. Su poesía me interpreta, dice lo que tengo en el corazón y no alcanzo a decirlo. Voy a compartir con ustedes dos de sus poemas:
Indeseable
No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el Banco.
Reprobé en el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo
y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.

Y ahora, sólo un fragmento de:

La gota
Para abreviar, la gota está poblada de seres
que se combaten, se exterminan, se acoplan.
No pueden salir de ella,
gritan en vano.
Preguntan como todos:
¿de qué se trata,
hasta cuando,
que mal hicimos
para estar prisioneros de nuestra gota?
Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota.
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

I'm impressed with your site, very nice graphics!
»

2:07 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home